Un cuentecillo, así... por que sí: "Una historia sin principio".


Viendo que aún falta un poco, espero que no mucho, para poder empezar a colgar el primer capítulo de Bilis & Hiel, "La muerte vuelve a visitar Holcomb", que así se llama por cierto el primer tomo, he decidido colgar un cuentecillo que presenté hace unos meses a concurso.
Y cómo no lo he ganado, estoy en mi derecho de reproducirlo libremente dónde y cuándo me plazca, je je je.
Os lo adjunto para que mientras tanto, y dado que voy a colgar escritos míos en este blog, que mínimo que leáis algo que yo haya escrito. Se títula "Una historia sin principio" y espero os guste.


Ésta podría haber sido la gran aventura de Anabel, una aventura sin igual que podría haber ocupado toda una extensa novela, toda una saga compuesta por tomos varios sobre celos, viajes, sufrimiento, amor, amistades, enemistades… Pero éste no fue el caso.
Todo comenzó con una carta recibida aquella misma mañana, una misiva sin remite alguno que en cuanto Anabel abrió y comenzó a leer supo que no iba dirigida para ella. La carta había sido escrita por una tal señora Mendoza, e invitaba a una joven llamada Rebeca a pasar unos gratos días de vacaciones en la casa de campo de la familia.
Según contaba la carta, Ignacio, que era el hijo mayor de la señora Mendoza, y según se leía, el más querido, había fallecido recientemente. Rebeca no debía saberlo, ya que en ésta se le notificaba. Ella había sido su verdadero amor, de clase pudiente, pero su alma gemela, al fin y al cabo. Los Mendoza le pedían disculpas, debido a que al comienzo de aquella relación y viendo peligrar su patrimonio y su buen nombre, además del apellido, habían renegado de aquel amor. Pero teniendo en cuenta el presente acontecimiento, ahora, sí, querían conocerla.
No sabían cómo era. Ambos, esposa y esposo, eran incapaces de ponerle cara. Sólo conocían los detalles que su difunto hijo les había contado sobre ella, pero todos ellos eran detalles banales, vacíos, sin contenido práctico, como por ejemplo lo bonita que era su sonrisa. Los Mendoza ansiaban conocer a la que podría haber sido su nuera, la mujer que había enamorado y vuelto completamente loco a su primogénito. En resumidas cuentas, querían conocer un poco mejor al hijo que habían perdido.
Anabel estuvo tentada, y mucho, de aceptar aquella oferta. Pero por una vez, por una sola en la historia de la literatura, la ambiciosa protagonista optó por ser racional. Decidió estrujar la carta, lanzarla al césped y volver dentro, a la mansión, dado que era primera hora de la mañana y su señora siempre quería su té a las siete.



FIN